El Rey de Copas ya vuelve estar a las puertas del trono para recuperar el
trofeo perdido la pasada temporada a manos del Real Madrid. El equipo azulgrana
se reencuentra en una final de la Copa del Rey después de sacarse de encima a
los dos equipos más potentes de España (Valencia y Madrid) y además el destino
ha querido que la final sea una reedición de la disputada en el 2009 contra el
otro clásico de la competición como es el Athletic de Bilbao. Un partidazo a la
vista cuya ilusión el Barça sabrá administrar debidamente. Quizás acabe siendo
el último partido de la temporada y disponer de este as en la magna da
tranquilidad para lo que pueda ocurrir en un futuro inmediato. Pase lo que pase
en la Liga y en la Champions, la temporada ya es un éxito rotundo. Se han sumado
tres títulos y se tiene opción de un cuarto. Y sólo estamos en febrero...
Desde que empezó el año 2012, el Barça da día a día una lección de saber
sufrir, apretar los dientes, aguantar para acabar ganando pese a ser
generalizado el sentimiento de que este equipo no brilla a su mejor nivel. El
juego y la puntería no siempre están a tono pero el corazón no le falla. Late
con intensidad. Es fuerte, ha crecido con las victorias y ahora no quiere
despegarse de esta sensación. Se ha hecho grande a base de títulos y este
espíritu campeón le empuja a ir a más, a no cesar en su voluntad de mantenerse
durante muchos años en la cúspide del fútbol.
Hay que pellizcarse la piel para darse cuenta de la grandeza de un equipo que
se mantiene arriba pese a las muchas bajas que han mermado su potencial. Es una
evidencia. Como que el Barcelona tiene déficit de goles. Faltan los de Villa y
los de Pedro y ahora solo está Messi como goleador nato. Los extremos le buscan
en demasía, conscientes de quien las mete, y después ya hay que buscar a los de
atrás de Leo (Xavi o Cesc, decisivos ayer).
El Barça penaliza su falta de puntería y, como en la ida de Mestalla, perdonó
también ayer. Pudo haber sentenciado la eliminatoria en Mestalla y a la media
parte en el Camp Nou. Pero no. Hasta que no llegó el gol de Xavi la tranquilidad
no se apoderó del Estadi, gélido a medida que pasaban los minutos tras algún que
otro susto de Alba o Aduiz.
Cuando se trata de poner el corazón y piernas sobre el terreno de juego hay
dos jugadores que adquieren un protagonismo especial: Abidal y Puyol. Para
marcar goles a la contra a este equipo hay que tener una velocidad endiablada y
a piernas y a alma nadie le gana al francés y al catalán. Son dos ejemplos y
cualquiera de los elogios que les pueda hacer Guardiola en una sala de prensa se
quedan cortos. Entre los dos defensas y Pinto evitaron las chances del
Valencia.
Emery, que antes del inicio del partido se puso en el centro del campo para
contar los metros que hay desde el centro del campo hasta el área y desde allí a
la línea de banda, planteó problemas a los de Guardiola en los compases
iniciales de cada tiempo (hay que mirárselo porque empieza a ser habitual)
aunque fue a rebufo cuando Messi cambió de marcha en el partido. Ese 10 bajito
es una delicia. Puede fallar un penalty o una ocasión clara, como ayer en la
segunda parte ante Alves, pero su fútbol es de otro mundo. Arriba es un puñal y
si baja al centro del campo es capaz de dar una asistencia a Cesc (en la del
gol) o irse de tres y crear desequilibrio por donde pasa.
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